14 de diciembre de 2011

EN BUSCA DEL AGUJERO NEGRO


Dada la densidad de gente que no estamos de acuerdo con casi nada de lo que sucede entre los homínidos de la sociedad actual –en determinados momentos, léase suciedad-, redondos, hartos, hartísimos, negros como un agujero, deberíamos tener la fuerza suficiente como para desarbolar lo negativo, la inteligencia suficiente como para lograr, sin armas, la reedificación de lo universal, la ética suficiente como para emprender un definitivo viaje a la Ítaca soñada que, al paso que vamos, es más bien un 1984 superado, con varios Orwell a bordo -y el original me perdone la comparación-. Una galaxia atroz de sinvergonzonería nos rodea. Por qué no nos tragamos ya de una a sus esmerados y luminosos astros, incapaces, como en tantos lugares de trabajo, de hacer la o con un canuto en cuestión de mejora y caminamos hacia lo cierto, lo que nos es real bajo cualquier parámetro, lo único que puede salvaguardar al hombre y al planeta, antes de que lo conviertan definitivamente en un lugar dirigido por simios que esclavicen a los pocos pensadores restantes.
Se acerca la Navidad, tiempo de belenes y cánticos, seguiremos escuchando el monocorde tonillo de las loterías, pero en nuestros portales se eclipsarán los niños para dejar el paso a nuevos burros. No seamos borregos y no nos respaldemos en la comodidad del alea jacta est. Siempre está en nuestras manos cantar el Vini Vidi Vinci. Al fin y al cabo también son nuestras las pomposas frases históricas y si París bien valía una misa, el orden frente a un próximo cataclismo, no sólo ético sino también físico, bien vale un agujero negro, mucho más planetario y a su vez muy próximo a la energía de los antiguos y modernos dioses.