18 de noviembre de 2011

BOCA CON BOCA Y NADA CON NADA





Nada a favor y nada en contra. Dos fotografías unidas, un fotomontaje que puede, según unos, dañar la imagen de la iglesia o la sensibilidad de sus fieles. Mientras miro ese dichoso fotograma, sobre el cual, cualquier persona en sus cabales puede observar el truco y , dejando de lado la idoneidad o no para una campaña publicitaria, me vienen a la memoria las imágenes de criaturas rotas, criaturas muriéndose de hambre, criaturas sufriendo el avasallamiento incomprensible de adultos, también a veces de la Santa Iglesia. En todos ellos no existe trampa ni cartón. Espero ese grito vaticano, ese poner en pie a sus abogados para que no suceda, para que arranquemos de repente de los muros del mundo tanto crimen. Y aquí no hemos recortado dos imágenes, ni pegado dos bocas, la una en cercanía de la otra, con más o menos gusto, con más o menos acierto, con más o menos derecho. Aquí se mueren solos, abandonados, miserablemente tratados por feligreses y curas de una iglesia que, si gritara, si compartiera tesoros, infinitos tesoros, si no se detuviera, porque no queda tiempo, en chorradas y mítines, quizás podría aminorar el duelo. Solamente esas terribles pequeñeces veo, siento, pienso, mientras veo las bocas de papel levantando este mundo de miserias y nadie hacemos nada.

7 de noviembre de 2011

DE SEXO A SESO


Mujeres a porcentaje en los ayuntamientos, en las antologías… qué significa eso sino una idiotez más de esta farsa que vivimos en cualquier terreno que desee preciarse. Una mujer no sólo es mujer por tener un par de tetas que atraigan las pupilas masculinas o las de su propio género y no espero que me digan que esto es una bobada y que, evidentemente, ya lo saben. Yo también sé que lo saben, pero no es suficiente saberlo sino demostrarlo y un par de tetas que se precien debiera negarse a ocupar un lugar en la fotografía si piensa que no va a saber ser óptima y que tire más su cerebro allí que sus protuberancias. A Hipatía de Alejandría no la recordamos por su cintura a lo Ginger ni por su maquillaje, de ella se comenta el poderío mental que lució sencillamente y toda la sabiduría que compartió con aquellos que deseaban saber. Hipatías hacen falta en el poder y cómo no en la literatura –perdonen que no estemos en el Medievo y la especialización nos haga hablar de lo que palpamos a diario- o en cualquier territorio en el que se preste a participar. Estoy harta, hartísima de ver Mariquitas Pérez y Nancys en los podiums, con sus ropitas in y sus cerebros on, como cansada estoy de ver caraduras y bestiejas de otros pelajes en los mismos terrenos. Nada es verdad o lo que dice la canción, todo es mentira menos tú, aunque algunas veces ese tú también lo sea. Menuda gente, decía o dice –no pierdo el tiempo con la televisión- un programa de la banal pantalla, y lo mismo exclamo cuando, bajando unos segundos del limbo que me he tenido que construir, miro los listámenes de esto o de lo otro y veo qué clase de elementos van ocupando los 40 principales de cada rama. Para una rama están, sí, gran parte de ellos, pero en un paraje baldío y apartados de todo mando o de todo libro. Menuda sociedad de vocales cansadas a la que se le duerme la o y manda de sustituta a una u enorme que llena papeleras, casas consistoriales y escenarios de palabras inútiles. Y es que todo es teatro, una enorme película en la que unos cuantos mangantes –no soy disléxica- van distribuyendo, según les pasa por sus respectivos sexos, el resto de papeles de este dramatis personae a su propio interés monetario. Ahora toca una chica, ahora corresponde un chico, esta que sea lista, esta que sea tonta, este que sea chupamantecas, este otro que nos la chupe… Una brutal comedia de ladrones que no llega a tragedia, porque de seriedad tiene muy poca.
Una mujer que se precie, debe superar la marca horaria de su colocación de medias con la de visitas al reinado sin par de la cultura, sólo así podrá asumir su propia cuota de abstención o participación en todo este tinglado.  

5 de noviembre de 2011

PORCENTAJES



Quedo anonadada ante la masiva presencia de poetas en un recital, ajeno, de poesía. Es fabuloso ver entrar a los vates sonriendo, dándose la mano unos a otros, besándose candorosamente en las mejillas y disfrutando de los momentos previos a la exposición de su amigo poeta. Con cuánta alegría acceden a sus filas de asientos, son numerosos -evidentemente eso se nota con tan sólo buscar nombres de preclaros líricos en el google o entrando en cualquier página social-. Cómo iban a ser menos en estas veladas literarias. El público está educadamente a la espera, se oye un rumoreo de positividades acerca de la maravillosa pluma del autor de turno. Qué hermoso, este territorio en donde solamente la luz tiene guarida, solamente lo grácil y por qué no donde hacer con el feísmo una proclamación estética. Todo como siempre debió ser, magnífico, arrollador, perfecto.
En la hilera de enfrente se halla un joven al que el autor ayudó en sus orígenes y, casi, casi, en sus postrimerías, porque hay jóvenes que creyendo bajo sus pies la cinta de llegada, demoran su carrera para adormecerse, víctimas de su propio ostracismo. El joven, confuso ante el éxito de su primer aprobado, desconoce que esa primera vuelta no es el final de la prueba, que hay miles de vueltas más y sonríe. Mira hacia el que ya comenzó su lectura y parece amarle con la mirada, le está agradecido. Unas filas atrás, otros poetas, mantienen lo que sería casi una levitación de no ser por el poder de las leyes gravitatorias sobre su sobrecogida materia. Dios, cuánta beldad, qué mundo tan certero estamos elevando, qué utopía tan posible.
De repente se nos viene a la cabeza aquello del Mayo del 68 que decía algo sobre hacer posible el imposible y, Eureka, gritamos, lo hemos conseguido. El mundo es al fin lo que soñamos. Y estamos despiertos -no vamos a acabar el relato con la manida historia de haberlo soñado-, llamándonos imbéciles, cretinos, sopas-bobas, poetas. Pensamos tantas cosas que jamás llegarán a ser posibles… igual nos da algún día por imaginarnos un festejo pro labor social y ver todas las butacas llenas de aquellos que critican, señalan, predican, advierten de castigos y cuando viene al caso no se encuentran jamás en las veladas benéficas.
¿Qué les parecería cumplir un dos por cien de nuestros sueños?