14 de junio de 2011

VEO, VEO. ¿QUÉ ES?


Qué es la literatura. Qué es la poesía y qué poesía está bien o mal escrita, nos preguntamos a menudo. El canon de belleza va cambiando en el transcurso de los tiempos, ha ido mutando diría, y nos encontramos en un punto en el que nada tienen que ver con ella las acertadas metáforas o las aliteraciones espléndidamente utilizadas, por nombrar algunos de los recursos de la lírica. No señores, no sean tan utópicos. Ganar un premio está más relacionado con una operación de pecho que con que la palabra salga de lo más hondo del mismo. Hágase cliente de una casa de apaños o apáñese con el factótum de turno o confiese en su plica que la mejor parte de su cuerpo, la más deseada, tiene tan sólo 20 años –pero no canten nunca aquello de hace veinte que tengo veinte, no, acabados de dejar en el ponedero y calentitos-. Si usted tiene menos de cuarenta y a usted le gusta la fotografía, prepare la cámara, siéntese en el inodoro de su casa totalmente a pelo y que dispare. Con esta sencilla fórmula se le abrirá alguna que otra de las múltiples entradas falsas del parnaso. Pero si, en cambio, usted es una persona que hace malabares con la palabra, no deja que le oteen ciertas partes sino a su propia voluntad y elección, y, encima, no tiene cámara… tápese los oídos y muérdase las uñas antes de devolver la sarta de insensateces que, de por vida literaria, deberá escuchar o leer sobre su propia manera de acudir a los concursos.
Estamos en un trance en el que gran parte de lo irreal, de lo imaginario, de la fantasía, de lo impalpable, tan grandiosa parte que es casi el cien por cien, se apoya más en la concesión que en el motivo de la misma. Escriba usted una patata, siémbrela en el campo preciso y el octogenario de turno le dará el resultado. Recoja usted el premio y páguele con un ligero roce en sus nalgas o en su encorvada espalda. Ni da para más su sexualidad, ya a esas altas horas de la vida, ni su propia literatura. A libro malo, caballo viejo. Claro está que, como sucede con el de Cortázar, la historia puede novelarse de mil maneras diferentes, cambien de lugar el sexo, el género, el tipo de convocatoria, los gerifaltes que la explotan y obtendrán otros relatos de toma y daca. Pero existe algo que no deben olvidar, si desean subirse al pódium del éxito en pocos pasos, uno de los juegos más rápidos para obtener la gloria es aquel de los jurados uni o bipersonales, dispuestos a jugar, evidentemente –no hablamos aquí de ninguno de los que jamás abrirían partida-. En ese tipo de bufandeos, sucede muchas veces lo de los preservativos, póntelo, pónselo, en la justa variante de dámelo, y te lo doy. Así pues, sabidas desde siempre las normas de este bingo literario, cada vez más folclórico: hagan juego, señores, que una misma se compra los billetes, se monta al avión y se va a Pernambuco o lo que dice el chiste, a peinarse un poco de tanta ristra sucia y tan poca poesía. Los chorizos, los trepas, los enchufados, los mamapuestos, amigos míos, no existen solamente en la política.