26 de agosto de 2011

ESAS NUEVAS RECETAS CULINARIAS


Cada vez está peor la hostelería en España. Parece que los bares ya no sirvan por tapas sino por céntimos. Si ya hemos tenido sus más y sus menos con el tema del cambio, pues ilícitamente pasamos de la peseta al euro, quiero decir que todo aquello que venía a valer lo primero, por similitud de cifras, vino a costar lo segundo, encima nos cae esto. No tenemos arreglo. En los bares, el servicio es cada día menos profesional, está visto que el motivo son los sueldos que los empresarios pagan a sus trabajadores que, debido a esto, acaban trabajando menos. También se va imponiendo la moda de “este bar no sirve en mesa, ha de recoger la consumición en la barra”, pero eso sí, seguimos pagando un imperio por ello. El cliente se ha convertido en su propio camarero y en la víctima de lo caduco, si no de lo mal preparado o de la calidad ínfima. Ya hubo personas inteligentes que, hace varios años, profetizaron esta caída para cuando un país, que todavía no se ha quitado de encima el pelo de la dehesa económico, pasara a formar parte de la gran Europa y de las férreas combinaciones de la señora Merkel.
En las últimas semanas, por acercar el tema, he tenido la “suerte” de degustar nuevas recetas en alguno de los restaurantes de la ciudad, por ejemplo las croquetas maridadas con limpiador de cocina, eso sí, espero que fuera de marca reconocida. También pude paladear el diferente sabor de unos callos a la antigua, no a la madrileña ni a la jerezana ni lo que se suele llamar menudo, menuda caducidad caducada tenía aquella jerga de fragmentos de algo deshilachándose y no les cuento en qué sitio vienen a depositar a sus futuros hijos las venturosas y veraniegas cucarachas. Esto es el sur, esto es el sur de España, esto es España y estos son los novísimos menús que no precisan importación, naturales, hechos en la misma tierra, inimitables, sorprendentes. Como postre se puede intentar una horchata entradita en horas, cuyo sabor va mutando de la chufa al altramuz… Qué enorme placer, pagar la multa y luego acudir a cualquier fármaco con el fin de asegurarnos que el verano sigue ocurriendo en la calle y no en ninguna cama o consulta, donde, seguramente, el paso de la pela al euro también habrá afectado a la moralidad de muchos y redundará sobre nuestra sencilla naturaleza, que jamás pretendió formar parte de Europa sino en lo cultural, en lo filosófico, en lo ético.
Es tiempo de comprar varias litronas o una buena botella de Ribera del Duero y unas cuantas chacinas o conservas y abrir nuestro particular tenderete casero, rodeados de buenos amigos. Los bares los tendremos que dejar para después del euro y de la crisis, si es que logramos salir de estos sin que alguna bacteria o la propia ruina nos encierren por siempre en la gran nulidad que habitamos.