5 de noviembre de 2011

PORCENTAJES



Quedo anonadada ante la masiva presencia de poetas en un recital, ajeno, de poesía. Es fabuloso ver entrar a los vates sonriendo, dándose la mano unos a otros, besándose candorosamente en las mejillas y disfrutando de los momentos previos a la exposición de su amigo poeta. Con cuánta alegría acceden a sus filas de asientos, son numerosos -evidentemente eso se nota con tan sólo buscar nombres de preclaros líricos en el google o entrando en cualquier página social-. Cómo iban a ser menos en estas veladas literarias. El público está educadamente a la espera, se oye un rumoreo de positividades acerca de la maravillosa pluma del autor de turno. Qué hermoso, este territorio en donde solamente la luz tiene guarida, solamente lo grácil y por qué no donde hacer con el feísmo una proclamación estética. Todo como siempre debió ser, magnífico, arrollador, perfecto.
En la hilera de enfrente se halla un joven al que el autor ayudó en sus orígenes y, casi, casi, en sus postrimerías, porque hay jóvenes que creyendo bajo sus pies la cinta de llegada, demoran su carrera para adormecerse, víctimas de su propio ostracismo. El joven, confuso ante el éxito de su primer aprobado, desconoce que esa primera vuelta no es el final de la prueba, que hay miles de vueltas más y sonríe. Mira hacia el que ya comenzó su lectura y parece amarle con la mirada, le está agradecido. Unas filas atrás, otros poetas, mantienen lo que sería casi una levitación de no ser por el poder de las leyes gravitatorias sobre su sobrecogida materia. Dios, cuánta beldad, qué mundo tan certero estamos elevando, qué utopía tan posible.
De repente se nos viene a la cabeza aquello del Mayo del 68 que decía algo sobre hacer posible el imposible y, Eureka, gritamos, lo hemos conseguido. El mundo es al fin lo que soñamos. Y estamos despiertos -no vamos a acabar el relato con la manida historia de haberlo soñado-, llamándonos imbéciles, cretinos, sopas-bobas, poetas. Pensamos tantas cosas que jamás llegarán a ser posibles… igual nos da algún día por imaginarnos un festejo pro labor social y ver todas las butacas llenas de aquellos que critican, señalan, predican, advierten de castigos y cuando viene al caso no se encuentran jamás en las veladas benéficas.
¿Qué les parecería cumplir un dos por cien de nuestros sueños?