7 de noviembre de 2011

DE SEXO A SESO


Mujeres a porcentaje en los ayuntamientos, en las antologías… qué significa eso sino una idiotez más de esta farsa que vivimos en cualquier terreno que desee preciarse. Una mujer no sólo es mujer por tener un par de tetas que atraigan las pupilas masculinas o las de su propio género y no espero que me digan que esto es una bobada y que, evidentemente, ya lo saben. Yo también sé que lo saben, pero no es suficiente saberlo sino demostrarlo y un par de tetas que se precien debiera negarse a ocupar un lugar en la fotografía si piensa que no va a saber ser óptima y que tire más su cerebro allí que sus protuberancias. A Hipatía de Alejandría no la recordamos por su cintura a lo Ginger ni por su maquillaje, de ella se comenta el poderío mental que lució sencillamente y toda la sabiduría que compartió con aquellos que deseaban saber. Hipatías hacen falta en el poder y cómo no en la literatura –perdonen que no estemos en el Medievo y la especialización nos haga hablar de lo que palpamos a diario- o en cualquier territorio en el que se preste a participar. Estoy harta, hartísima de ver Mariquitas Pérez y Nancys en los podiums, con sus ropitas in y sus cerebros on, como cansada estoy de ver caraduras y bestiejas de otros pelajes en los mismos terrenos. Nada es verdad o lo que dice la canción, todo es mentira menos tú, aunque algunas veces ese tú también lo sea. Menuda gente, decía o dice –no pierdo el tiempo con la televisión- un programa de la banal pantalla, y lo mismo exclamo cuando, bajando unos segundos del limbo que me he tenido que construir, miro los listámenes de esto o de lo otro y veo qué clase de elementos van ocupando los 40 principales de cada rama. Para una rama están, sí, gran parte de ellos, pero en un paraje baldío y apartados de todo mando o de todo libro. Menuda sociedad de vocales cansadas a la que se le duerme la o y manda de sustituta a una u enorme que llena papeleras, casas consistoriales y escenarios de palabras inútiles. Y es que todo es teatro, una enorme película en la que unos cuantos mangantes –no soy disléxica- van distribuyendo, según les pasa por sus respectivos sexos, el resto de papeles de este dramatis personae a su propio interés monetario. Ahora toca una chica, ahora corresponde un chico, esta que sea lista, esta que sea tonta, este que sea chupamantecas, este otro que nos la chupe… Una brutal comedia de ladrones que no llega a tragedia, porque de seriedad tiene muy poca.
Una mujer que se precie, debe superar la marca horaria de su colocación de medias con la de visitas al reinado sin par de la cultura, sólo así podrá asumir su propia cuota de abstención o participación en todo este tinglado.