18 de septiembre de 2011

AMANTES DE TOMA Y DACA


Si tuviéramos que hacer catálogo de amantes, precisaríamos que la galaxia fuera entera una sucesión de cajoncitos, a modo de cómo JRJ almacenaba sus papeles. Descansillos ordenados en los que el maravilloso desorden del amor hiciera nido eventual o pernoctase allí a plazo fijo. Pero no todo es fuego en este acumular de cajitas diversas, también las hay repletas de discursos helados. Amantes que deliran otro tipo de amor, amantes entre los que enumeraremos diferentes escaños. Por ejemplo hablaremos de los amantes de país, englobando aquí a todos aquellos que se acercan a la chati de turno, dadivosa, explendorosamente lucidora, formateada como la mejor página de internet, para atraerlos. Llegan de otros lugares con el fin de poner asiento en este, triunfar en este, aprovecharse en este de vete a ver qué refrigerios tienen negados en el suyo. Ahí se acumularían, dada nuestra especialidad, escritorzuelos del tres al cuarto que trasiegan de vino en vino, o séase, de lugar a lugar y hora se vienen ellos, ora se van con la moza, ora se traen a la moza a escondidas, ora la abandonan luego para que a su propia consorte no se le empinen los cascos y les muerda la mano.
También existen los amantes –cada vez que digo los, digo las, sea o no sea partido-mente correcto- curturales. Aquellos que aman lo curto con tal de subir al pódium aunque sea a base de diferentes ejercicios corporales en la noche o en el día. Son amantes dispuestos a pagar incluso una habitación de hotel, a dejarla encargada, a quedarse sin ir, cuando el amado, preso de una cultura superior al cazador, no acude por lógica. No va a perder su situación familiar por un quítame allá la sed, porque las pajas no se las quita otro. También los hay capaces de adoptar el amor como el que adopta parcialmente una mascota.
Dentro de esta variedad curtural, existe el ejercicio amatorio pasajero, fugaz, no clandestino, porque ha de lucirse, que puede darse a dos, a tres, etc. con el amado de poder. Esto constituye la variedad de amante escalera, puesto que se da, tanto en territorio literario como en cualquier otro existente, con ánimo de subir. Aquí el que suele bajar del sitio es el parejo o la pareja del amante inductor que, generalmente, queda abandonado. Antes perder marido que perder bocado, suele decirles la conciencia interior, porque la exterior, vete a ver en qué marca de perfume o de carmines anda revuelta.
Así, pues, iríamos detallando amantes tras amantes, trashumantes, delirios de todas clases, que ampliarían el listado de modo que no cupiese en un sencillo artículo. Si esto no fuera un blog sin respuesta posible, les diría de continuar el agreste listado de excepciones a ese dulce amor de toda la vida, firmado o sin firmar, lumínico u oscuro, hermoso a toda luz aunque suceda a oscuras, pero sin intereses, sin ivas, aunque el amor vaya y venga, sin desear vivir en la cochambre de otro que, algunas veces, llega a denominarse país ni subirse al bigote del que sea, aunque merezca un nobel de literatura. Amar a cuerpo lleno, a cuerpo derramado, sea norte o sur ese amor, pero amar por el cuerpo y por el alma y dejar el pecunio, la publicación, el toma y daca, ante otro toma y daca más gimnástico, más directo, más jadeante y plenamente desnudo de todo lo que no debe caber jamás en una cama, en un concurso, en un lugar político, en nuestras ilusiones…