Si los líos de faldas o lo que es
más raro todavía, las diferencias y ensoñaciones urdidas por los celos,
agravios, envidias y otras virtudes literarias, hubieran influido en el pasado
tanto como en la más reciente actualidad, dónde habrían ido a parar los
magníficos versos de Rimbaud, los inteligentísimos trabajos de Sartre o de
Simone, los poemas de Plath y tantas otras cosas.
Alucino, es verdad, cuando veo
las ristras de los nominados en festejos de pueblo, en libros de ocho al
cuarto, en representaciones de “Onus de Puertourraco”. No podemos dejarnos
conducir por el sexto ni por el séptimo ni el octavo. Qué tendrá que ver con
quién se acueste uno o qué opine o no otro para figurar en cualquier aquelarre poético.
Resultará que actualmente hay o no hay poesía en los compendios pero lo que no
falta es novelita rosa y realismo sucio en torno a los volúmenes.
Por Dios, dejemos ya atrás el
parvulario, las represiones, las luchas con las armas cargadas de pasado,
inexistente tantas veces, y leamos, sepamos, aprendamos, hagamos ya justicia.
La verdad es un canto rodado que, pronto o tarde, nos caerá en los ojos y
habremos sido ciegos, estado plenamente ciegos, mantenido por vida esa ceguera
del torpe que pretende anular a pedradas a cualquier Juan Salvador.
Qué estupidez, hoy en día, como
lo fue ayer, pero más fuerte, este mundillo cruel de la literatura. Qué repoca
vergüenza, qué falta de seriedad, cuánta estafa se nos ofrece en los estantes
de cualquier librería. Hoy, repito, ya no tienen entrada ni los santos ni los
que un día se cansan de la novia y la cambian por otra, como se hizo siempre
con los tebeos leídos y las vidas ejemplares ni los que dicen la verdad, aunque
no la hayan dicho nunca, por no ofender al otro, y la hayan tamizado
delgadamente ni los que no destapan su alma hasta convertirla en vistoso escote
o en minifalda o en una petimetre tonalidad de voz o en telefonillo de esos de
la marca “Correveidilealotro” tan a mano de todos, tan mágicamente
globalizable.
Qué demonios estamos haciendo. Ya
no sé si, a veces, me codeo con literatos o he ido de visita al zoo de
cualquier ciudad y el gorila de turno me ha mostrado sus textos.