25 de marzo de 2012

RAZAS DE VÍBORAS


La verdad es que tengo el blog abandonado por un solo y enorme motivo, la descreencia. Descreo de la gente, en general, aunque me quede siempre un puñado de excelsos entre los que deseo contarte, ahora que me lees. La sociedad actual baila la música del desagradecido, de la mentira, del engaño y, lo que es peor, del autoengaño. Cuando alguien da más por cualquier utopía, esta se baja del pódium y, convertida en sierpe, repta contra nosotros arrancándonos, si puede, un pedazo del calcañar. Pero la hembra siempre acaba aplastando a la serpiente, así que tú, que también es posible que me leas, personaje farragoso, incierto, inhábil, pordiosero de letras y pasquines, sepas que acabará aclarándose lo que hubo en las manos y caerá tu miserable reino de larguísimas líneas y poquísimo efecto, y el tuyo también, no rías ya tu triunfo, igual que si de cera, irá languideciendo tu mediocre saber, si es que se sabe no sabiendo de nada o casi nada. Y también tú, que haces chistes tristes con la vida y crucificas con tu inaudible presencia el vuelo de los justos y ocultas la moneda. Tú también comerás del cieno, serpiente siempre gacha y multiforme.
Pero no te me asustes tú, lector amigo, no temas yo no soy la víbora que muerde la hermosura sino una triste sombra que pasea en la noche de los tiempos y llega al paraíso y aún se asombra de ver todas sus arboledas y sus cálices. Cada día larguísimo y a la vez diminuto de esta estancia en el mundo, recojo los más altos frutos donde la luz esconde hábilmente todo significado y significa. Siembro en las pizarras que no arañan las diminutas liendres de los versos. Acomodo mi ser a ese no ser que es preciso en el sucio país que nos contiene y recojo las sílabas sobrantes, las agrupo, las cuido y las doy de comer a las niñas pequeñas que me habitan, a todas las que fui cuando, aún no mostrado este delirio de hacer arquitecturas con las letras, nadie había querido pisarme la cabeza y, todavía, me sobran varias horas, es decir, me hacen falta, para llenar de música mi pobre, y bien surtido de libros, aposento.
Qué quieres tú de mí, qué queréis, sierpes: idos a otros lodazales con la furia y el bocado bien puesto, por si acaso.